El pene de Lucas (visto por Lucía)

David (Miguel Ángel)

Lucía se lo ha dicho varias veces: «Me encanta tu “Cosita” cuando está en modo inocente, apenas pellejo escondiendo una cabecita tímida». Él parece no terminar de creérselo ni aceptarlo, pero es así. Aquello que Lucas menosprecia en ese estado ha resultado ser un más que deseado juguete en manos de su amante.
Ahora los encontramos echados en la cama, puestos cada cual frente a las piernas del otro y acariciándose los respectivos sexos. Lucía, que conoce en su propia piel el valor de la autoestima, le ha repetido una vez más cuánto le gusta ese pene con el que juguetea. Aprovecha esa comunión de ambos cuerpos para confesarle algo que él todavía no sabe: que en su imaginario, el amante perfecto siempre tiene un pene de dimensiones más discretas que excesivas.

No sé lo que os debéis creer los tíos, le dice sin separar la vista del pene, pero a la inmensa mayoría de mujeres nos excitan más unas manos hábiles y una boca curiosa que un falo desproporcionado. Sobre todo aquellas que tuvimos la mala suerte de ser penetradas de mala manera por hombres que comenzaban y terminaban en ese atributo que exhiben como badajo de campana.
Mientras Lucía habla, Lucas juguetea con la mano derecha a lo largo de los muslos, pubis y vientre de Lucía. En un viaje sin destino ni paradas salvo el paseo que se permite al encontrar el monte de venus cubierto de pelo ralo y sedoso.
¿Ves?, continúa ella, eso que me estás haciendo. Pues a casi todas las mujeres que conozco nos atraen las manos de los hombres, porque viéndoos manejarlas, y de forma inconsciente, nos hacemos una idea de cómo se comportarán en la caricia. Y solemos acertar, tesoro. Yo lo corroboro con las tuyas, «¡Uf qué agradable eso que me haces!»
Lucas la observa embelesado sin detener a ninguno de sus dedos curiosos y ella prosigue con su soliloquio.
Pero centrémonos en tu “Cosita”. Me encanta verla así, descansando sobre el escroto. Tomar la piel del prepucio entre los dedos y juguetear con él. Pinzarlo entre los dedos y que me ponga morritos, estirarlo hacia atrás para ver esa cabecita ciega y brillante. Me encanta lo fina y suave que es la piel de sus distintas partes y me seduce hasta la excitación su olor y su sabor.
—La adoro Lucas, no sabes cuánto.
Eso último se lo ha dicho antes de darle un casto beso en la punta y mirarle después a los ojos, regalándole una sonrisa que él le devuelve desde lo alto de su autoestima.
Lucía gira de nuevo la cabeza y continúa hablando.
La primera vez que la vi ya caí en la cuenta de que no te sentías cómodo. Pero te juro que a mí me encantó. Fue maravilloso metérmela entera en la boca y notar cómo iba creciendo a medida que la rodeaba con la lengua. Fue mi Cosita sorpresa, un juguetito blando, como una nube de gominola, que se engalanó para mí hasta ofrecérseme orgullosa. Como si deseara demostrar lo satisfecha que estaba con mi trabajo bucal y mis caricias desconocidas.
De ese primer día también me gustó que no buscaras penetrarme aprovechando la erección, sino que me preguntaras qué me apetecía. No te imaginas la presión que borraste con una simple pregunta: «¿Qué te apetece a ti?», dijiste. Todavía lo recuerdo. Ese era el complemento ideal para un pene tan lindo como el tuyo, la sensibilidad que mostraste.
Porque a las mujeres, por lo general, nos gustan más los hombres que también nos hablan que aquellos que solo nos follan. Es agradable escuchar que pregunten si te duele, te molesta, si has tenido un buen orgasmo, si prefieres mordiscos o chupeteos… Los otros no preguntan si te están haciendo daño, siquiera se preocupan por saber si estás cómoda, disfrutas o te has corrido. Vienen a una con urgencia, con algo que creen asta de bandera y te penetran sin demasiados miramientos. Y luego ponen en marcha el martillo y empiezan a bombear, pim-pam, pim-pam… como si el único centro de placer fuera la vagina y lo demás material superfluo.
En cambio los penes como el tuyo, mi pichurrilla bonita, unidos a sus propietarios, por supuesto, utilizáis todos los recursos para hacernos sentir tan cómodas como si estuviéramos en manos de otra mujer…
Y no te lo tomes a mal, cariño, es un cumplido.
Sonriendo y sin mirarla, Lucas se introduce de forma suave entre la vulva de la amante hasta conquistar la expectante vagina. Ella, que jugueteaba con la piel viva del escroto, soplándolo tras lamerlo, retoma la acción de meterse el pene en la boca y hacerlo crecer con la firme convicción de que hoy, por fin, lo mantendrá entero en ella sin que le provoque arcadas.
Es una apuesta con ella misma que tampoco esta vez podrá ganar. De ahí que antes de que sobrevenga la arcada lo saca y lo masajea con intención de que no decaiga y así poder montarlo. Juega a su favor que los hábiles dedos de Lucas hayan conseguido humedecerla hasta prepararla para encerrar su hombría dentro de ella.
Se da la vuelta y mientras se colman de besos y las caricias escapan al control, se le sube encima, toma el duro falo entre los dedos y lo dirige hacia la calidez que le acoge.
—¿Sabes qué otra cosa me encanta de tu pichurrilla? —dice con voz entrecortada.
Lucas no responde, su boca juguetea con los pezones de Lucía mientras unas manos firmes masajean sus pequeños y redondos pechos.
—Me encanta cuando pierde todo el pudor y la vergüenza y se introduce en mí llenándome del modo que lo hace…

Mi cosita…

mi pichurra…

mi polla hermosa…

¡Ahhh!

Acerca de Manel Artero

Manel Artero, nacido en Barcelona, en el barrio de Poble Sec, dedicó gran parte de su vida a la informática, compaginando con ella su amor por la lectura y por la música. De esta última cursó un grado de Historia. Más tarde haría los tres cursos de narrativa y novela de l’Escola d’escriptura de l’Ateneu barcelonès que le abriría las puertas al mundo de la escritura del que siempre formó parte sin saberlo. Desde entonces ganado diversos premios en concursos de relatos. El más sobresaliente, el de la Asociación “El coloquio de los perros” de Córdoba. Compagina su tiempo entre la escritura y diversos talleres y charlas sobre música, lectura y cultura de paz, que imparte en Cerdanyola del Vallès. El ladrón de rostros es su primera novela. Editada originalmente en 2017 por la editorial Maluma y6 reeditada por su hijo, Roger Artero, en 2023.
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