El Antagonista, un personaje tan necesario como Satanás

Entre las diversas acepciones que el RAE nos da sobre la palabra: “Antagonista”, encontramos la siguiente: Personaje que se opone al protagonista en el conflicto esencial de una obra de ficción.

Sin ese antagonista capaz de desencadenar el conflicto que saque al protagonista de su zona de confort, no tenemos historia. Es una certeza. Así nos encontramos con que:

  • En los cómics siempre hay un antagonista que hace trabajar al héroe: Superman tiene a Lex Luthor y la kriptonita, Batman al Joker, El Capitán Trueno y El Jabato a los sarracenos, Flash Gordon al tirano Ming, del planeta Mongo…
  • En el cine tenemos al famosísimo James Bond y los agentes de Spectra. El maravilloso Hannibal Lecter, como antagonista de Clarice en “El silencio de los corderos”.
  • En la literatura universal encontramos grandes antagonistas. En “Los miserables” de Victor Hugo está Javert, un guardia de prisión sin empatía alguna por los criminales y que sigue la Ley sin ponerla en duda. En “Crimen y castigo” de Dostoievski tenemos a Porfiry Petrovich, el investigador que perseguirá a Raskolnikov… Incluso en mi humilde novela, El ladrón de rostros, Alba Garcés se las tiene que ver con Diego, el pintor.

Muchos me dirán que hay novelas en la que no aparece un antagonista, en tanto que personaje físico. Cierto, sucede. El mismo protagonista puede ser su antagonista si lucha consigo mismo al convertirse en insecto o en un ser lleno de maldad. El antagonista puede ser una bacteria, un virus, una plaga, una flota estelar o un vicio. La Imaginación y su maestra, la Vida, dan para mucho.

En este artículo me voy a centrar en un BestSeller que tiene uno de los antagonistas más bien creados y utilizados para conseguir su fin: que la historia mantenga la tensión narrativa. Me refiero a la Santa Biblia.

Nada más comenzar aparece Dios, protagonista destacado y narrador de la historia, haciendo su trabajo diario de la Creación. Apenas leídas unas páginas, vemos la primera escena interesante: en ella descubrimos a dos secundarios: Adán y Eva transitando en su Jardín del Edén[1] en el que nada sucede. Ambos hacen su vida ajenos a todo, los animales viven en perfecta comunión, las plantas suministran alimento y el Dios creador de todas las cosas se los mira embelesado.

««Fin de la historia.»»

Y es que es así, si nada sucede, si no hay un desencadenante que saque a los protagonistas de su zona de confort, no tenemos trama alguna. Si los personajes se levantan, cagan, mean, toman café y salen a pasear, jamás captarán la atención de nadie porque eso es la vida de la mayoría: anodina.

Es evidente, entonces, que si Dios lo hubiera dejado todo de ese modo, no habría existido el mundo tal y como lo conocemos. No hubiera existido el Pecado Original, no hubiera hecho falta ningún mesías, ni un Juan el Bautista, ni los judíos hubieran huido de Egipto… El Jardín del Edén, ese capítulo 2 de la Biblia hubiera sido el último y con él toda la posibilidad de continuidad.

¿Qué editorial compraría una obra tan nefasta?

Por suerte Dios es todopoderoso y vio que inventarse un primer antagonista que diera continuidad a su libro: La Serpiente. Un ser más listo y ladino que el propio Todopoderoso, un ser capaz de vencer al mismísimo orgullo de la creación —hecho a imagen i semejanza de sí mismo—, me refiero al Hombre (y la mujer, no seamos quisquillosos).

TIM PLATT/GETTY IMAGES

Y es de ese modo tan simple que aparece el bicho al comienzo de la historia y, demostrando más inteligencia que el propio todopoderoso, tienta a los humanos y les hace errar de un modo tal que el Sumo Hacedor inventa una cualidad que le servirá ya para siempre: El Pecado y El Mal vinculado a él.

No me digáis que no es la perfección narrativa. De no tener historia, a poder echarlos del Paraíso, crear diluvios, quemar ciudades con sus habitantes dentro, asesinar primogénitos, mandar plagas… incluso asesinar a su propio hijo, nacido de una adolescente preñada por un palomo que es el mismo creador para tenerse a sí mismo… (sí, aquí la historia se le fue un poco de las manos. Nadie es perfecto.)

Ya más tarde, en el Nuevo Testamento, cuando decide dejar su halo vengativo para convertirse en el Dios del perdón, se ve obligado a utilizar otra figura antagonista que sea su némesis, un personaje inventado muchas páginas antes, casi olvidado pero genialmente previsto. Me refiero al Diablo, conocido también como Satanás. Un ángel que no estaba dispuesto a ser un segundón por toda la Eternidad y que le plantó cara al jefe como lo hubiera hecho el mejor sindicalista. De ese modo, se convertirá en el ser necesario capaz de mantener la historia activa por los miles de años que dure el invento del cristianismo y sus sectas.

Una figura que hace su aparición en el libro de Job y que luego sirve para darle sentido al Bien. Porque ¿Cómo reconoceríamos el Bien de no haberse inventado el mal? Dios no tendría ningún sentido, ni su regalo de vidas eternas ni el perdón de los pecados. Nada relativo a Dios tendría sentido ni importancia de no existir ese genial personaje

Ya ve, amigo lector el increíble potencial que nos regala un antagonista bien creado, metido en una estructura narrativa en la que el Bien lucha una vez tras otra contra el Mal y es vencido por Él, que a su vez desfallece por el Bien… Sí, no tengáis ninguna duda, es la estructura maravillosa del BestSeller tan utilizada en novelas millonarias en ventas.

Así que, si deseáis triunfar en el mundo literario, la base bíblica lo contiene todo. Desde naves extraterrestres hasta viajes alucinógenos, sexo, pederastia, sadismo, romanticismo, culpa, castigo, perdón, incesto, zoofilia… y con un autor más que contrastado, el Dios Uno y Trino. Y es que ya se sabe, “en un principio era el Verbo”, y si tienes verbo, lo demás son palabras.


NOTAS


[1] En Génesis 2:8, se describe cómo Dios plantó un jardín en el este de Edén y colocó allí al hombre que había creado. El lugar donde creó a Adán y Eva y les dio su primera tarea: cuidar del jardín. El jardín también contiene el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal.

Acerca de Manel Artero

Manel Artero, nacido en Barcelona, en el barrio de Poble Sec, dedicó gran parte de su vida a la informática, compaginando con ella su amor por la lectura y por la música. De esta última cursó un grado de Historia. Más tarde haría los tres cursos de narrativa y novela de l’Escola d’escriptura de l’Ateneu barcelonès que le abriría las puertas al mundo de la escritura del que siempre formó parte sin saberlo. Desde entonces ganado diversos premios en concursos de relatos. El más sobresaliente, el de la Asociación “El coloquio de los perros” de Córdoba. Compagina su tiempo entre la escritura y diversos talleres y charlas sobre música, lectura y cultura de paz, que imparte en Cerdanyola del Vallès. El ladrón de rostros es su primera novela. Editada originalmente en 2017 por la editorial Maluma y6 reeditada por su hijo, Roger Artero, en 2023.
Esta entrada fue publicada en artículo, Comentario literario, narrativa, Pensamientos y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

Una respuesta a El Antagonista, un personaje tan necesario como Satanás

  1. 👍aunque últimamente hay novelas donde no pasa nada y pasa de todo y cuesta saber quién es el bendito antagonista, y además son larguísimas.

Deja un comentario